lunes, 7 de abril de 2008

BARBA, PELO, PELO, BARBA ; TOTAL, DIEZ PESOS.



A horcajadas, con el dedo de piel de niña , a hurtadillas y con voz suavecita, casi musical, musitaba los números de la cuenta de los pelitos de la barba de mi abuelo Roberto que iba contando uno a uno con la finalidad de comprender cuantos pelitos tiene una barba de hombre mayor. Era una obsesión conocer la cantidad de pelitos de la barba y también la cantidad de pelos o de cabellos que puede tener una cabeza de hombre.

La incógnita me la había creado Marcianito, el de la casa esquinera de donde la Eduviges. El barbero cariñoso que cortaba la barba y el pelo de cuanto concheño moderno y bien aseado necesitado de oler a petróleo rojo lo requiriera. Marcianito era de aquellos hombres que permanentemente estaba al pie de su pequeño pero útil negocio, que consistía en una silla de barbería ubicado en un cuarto chiquito hecho de tablas las que constantemente estaban “encalando” para semejar con mayor pulcritud la limpieza de que hacía gala su dueño, el que a su vez era inquilino de la mamá de la Eduviges.

Marcianito tenía la costumbre pragmática de llevar las cuentas de sus clientes en las paredes, o sea, las tablas encaladas de la barbería. Ahí con un lápiz de grafito ponía las deudas de rasuradas y de cortes de pelo, que padres e hijos o hijas en nuestro caso, se hacían para luego, a final de mes, o de semana, según el cliente, pudieran hacerse las cuentas que sus agradecidos deudores cancelaban. Eran, prácticamente, cuentas públicas a la vista de todos y todas las mujeres que se atrevían a llegar a la barbería.

Fue contemplando como hacía Marcianito las cuentas que se me confundió mi aprendizaje sobre las sumas. Para mí, Marcianito era un as en sumar. Sumaba con una rapidez asombrosa, diciendo: barba, pelo, pelo, barba, total: diez pesos. Eso era lo que yo no entendía. Si era suma o era multiplicación que era a su vez, un montón de sumas.

Pero Marciano lo hacía rápido y sólo veía las tablas de cal, o era que era un matemático de vieja estirpe que sumaba todos los pelitos tanto de la cabeza como de las barbas y aún así, le salían en pesos y no en pelos. Eso era una barbaridad.


Para poder resolver el asunto, me dirigí a mi mamá preguntándole cómo era que Marcianito lo hacía y ella me dio una explicación tan detallada que me complicó más el asunto. Me informó que no era que sumara los pelos de nada, sino que lo que sumaba era los diferentes cortes o barbas que el hacia, porque podía ser la barba de alguien, más la barba del hijo y que eso hacía dos barbas y si cada barba, costaba 2 pesos, ya eran cuatro pesos y así, era igual con los pelos, que pelo significaba corte de pelo, que el lo que hacía era apocopar la palabra y que por eso, yo oía, pelo, pero que pelo era el equivalente a corte de pelo, que podría significar 2 o 3 pesos según el caso; y que dos pelos entonces eran 6 pesos. Que lo que el hacía era sumar en el aire. Eso fue lo que me desconcertó más. Ahora para mí, Marcianito no solo sumaba pelos y barbas, sino que también, sumaba en el aire? O sea, que era mago.

Recordando a Marcianito, me río con mis hermanas y hermanos, porque cada uno de ellos pasó por diferentes y distintas explicaciones y el más pequeño, pasó por más o menos diez explicaciones sobre el asunto, ahora nos reímos de todo el aprendizaje que significaba la magia de las matemáticas de Marciano.